La plaza era el lugar de encuentro, pero no se confunda señor lector, no hablo de las plazas caretas de una ciudad Capital con árboles y bebederos, hablo de una plaza de barrio, en algun rincon perdido de las afueras de Gran Mendoza, esas plazas que parece que usaron el mismo plano para todas. El borde de la plaza con ese espacio entre la acequia y la vereda de cemento para poder plantar árboles que mis ojos de niño no pudieron ver, despues tierra hacia ambos lados del centro de cemento de la misma, solo 3 bancos de cemento cortaban la monotonia de la gris estructura que llamaban plaza.
El centro de cemento, castigado por los rayos de un sol despectivo y cuando no cruel, hacia calentar esa estructura a niveles que bien le gustaria a las termas de Cacheuta alcanzar. Y bajo ese sol y sobre ese suelo jugabamos ignorantes de las bajas de presión o de la insolación o de las quemaduras de primer grado. Inmunes a la deshiddratación gracias a la caridad de una vecina, cuyos hijos habían partido hace tiempo, que se contentaba con vernos jugar y acercarnos una mangüera con agua a los pibes de la plaza.
En esos días la Mosca era un juego en boga, un tredding topic entre los sin vergüenzas de la tarde. Las reglas eran faciles, uno de los integrantes del grupo era elegido al azar mediante alguno de dos metodos, el siempre y confiable desparejo, donde bajabamos las manos al mismo tiempo, mostrando el dorso o la palma de la mano. O de un campeonato del afamado cachipum o kachipum depende de la zona donde lo jugabas, alguno cortos de mente dirán que se llama piedra, papel o tijeras, pero ellos no saben mucho de correr descalzos con bombitas en las manos siendo perseguido por una señora empapada con un balde buscando represalias.
Una vez elegido el integrante que será la Mosca todo se colocaban en un rincón del playon de cemente que media 15 m por 15 m, la Mosca debía de una manera ininterrumpida a voz viva gritar moooooosca, alargando lo más posible la letra O, en ese espacio de tiempo debía hacer contacto con uno de sus compañeros con los pies... que le tenia que encajar una patada. El damnificado se transformaba en la nueva Mosca y se comenzaba de nuevo. Pero el caso es el siguiente, si a la Mosca se le terminaba el aire, dejando de pronunciar su nombre, debia correr como el rayo a la posición original. En su camino de vuelta, el resto de los participantes estaba obligado a propinarle patadas a modo de castigo por no cumplir su proposito, eso sí, nadie debia patear a la Mosca una vez vuelta a su posición de salida a riesgo de convertirse en la Mosca y liberar al que porta el manto.
La adrenalina de huir de la Mosca, pero no tan lejos para que esta no estuviera fuera de tu alcance a la hora de volver a su guarida pero no tan cerca para no ser atrapado; la desesperación de ser la Mosca, de sentir como el aire se te acaba y que no has podido tomar una victima; ser el atrapado teniendo que volver a la guarida de la Mosca con todos tus compañeros propinandote golpes. La ansiedad, la desesperación, la frustración y el enojo se aprendian a manejar en esas siestas calurosas llenas de raspones, cardenales, chichones y moretones.
Que me vienen a hablar de estos juegos de plazas donde todos son ganadores, donde priman los sentimientos de bondad y que lo primordial es que no se estresen los niños. Que mucho que se pierden las infancias hoy en día no teniendo que esconderle a sus padres que te habias caido pelandote las rodillas en el asfalto mientras huias de una Mosca de un metro y medio que cantaba su nombre.
Esto fue todo gente, recuerden que se pueden unir a nuestra comunidad en Instagram y Facebook, solo deben seguir 3 reglas, sean pacientes, no pisen lo fregado y por lo que más quieran, no miren fijo el busto de Cthulhu.
Comentarios
Publicar un comentario