Diario de Eugenio Robles 2: Despedida de un silencio

 Despedida de un silencio

23 de agosto de 2023

El aire pesaba diferente cuando llegué a la casa. No estaba seguro de qué esperaba encontrar, pero la escena que me recibió fue una estampa de despedida. Camiones de mudanza estacionados en la entrada, hombres uniformados cargando muebles envueltos en plástico, y un grupo de obreros con cascos y chalecos amarillos esperando instrucciones.

Un hombre alto y delgado se acercó, su traje impecable contrastaba con el polvo que flotaba en el ambiente. Tenía el aire de alguien que nunca ha tenido que levantar la voz para imponer su voluntad. "Señor Robles, supongo", dijo con una sonrisa profesional.

—¿Dónde está Amanda? —pregunté, mi voz tensa.

—La señora Estévez ya no tiene relación con esta propiedad. Se ha llegado a un acuerdo para su venta. Todo lo que estaba en la casa, incluido el terreno, pertenece ahora a nuestros clientes.

Sus palabras cayeron como ladrillos. Entonces vi que llevaba una carpeta negra con un logotipo discreto y un nombre en letras doradas: Rosas, Montenegro & Barros. Un bufete con apellido compuesto, eso destilaba dinero. Un caso de compra venta no necesita un abogado de esta categoria, definitivamente no era un abogado municipal, sino uno de esos tiburones caros que se especializan en asuntos delicados y discretos.

—Vengo por un objeto específico —continuó, sin molestarse en disimular su impaciencia—. Según nuestros registros, en su última visita aquí, usted se llevó un medallón.

Por un momento, consideré mentir, pero el hombre ya estaba extendiendo una bolsa plástica transparente para evidencias. Sus ojos decían que sabía más de lo que yo estaba dispuesto a admitir. Metí la mano en mi bolsillo y saqué el medallón. Relucía bajo la luz mortecina del día nublado.

—Gracias. Esto es propiedad legal de nuestros clientes ahora. Que tenga buen día, señor Robles. —Su tono era neutral, sin rastro de emoción. Guardó selló la bolsa y la deslizó dentro de su maletín.

—¿Quiénes son sus clientes? —pregunté, aunque sabía que no me respondería.

El abogado esbozó una sonrisa de lástima, como si yo fuera un niño curioso que había hecho la pregunta equivocada.

—Solo le diré que este lugar pronto será una dependencia municipal. Un archivo, quizás. El pasado debe ser enterrado, señor Robles, y no es saludable escarbar demasiado en lo que ha quedado atrás... Nos impide ver el futuro.

Con eso, se dio la vuelta y se alejó hacia un auto negro que esperaba al final del camino. Me quedé allí, viendo cómo los obreros se preparaban para demoler la casa.

Esa noche escribí bajo una luz tenue, con un vaso de whisky a mi lado. El medallón había sido una pieza clave, y ahora estaba fuera de mi alcance. Sin embargo, lo que más me inquietaba era la prisa. No solo de Amanda, sino de ese hombre trajeado que parecía decidido a borrar cada rastro de la casa y su historia.

El abogado dijo que el pasado debía enterrarse. Pero yo sé que el pasado tiene una manera curiosa de resurgir. Tal vez no hoy, tal vez no mañana. Pero los secretos que intentamos esconder siempre encuentran una forma de salir a la luz.

No sé qué conexión tiene esta casa con ese nombre, Montenegro, pero el reloj, el medallón y las palabras del diario del tío de Amanda han plantado una semilla.

La historia no termina aquí. Y tampoco mi búsqueda. Aunque ahora sé que no solo estoy lidiando con lo inexplicable, sino con personas que tienen sus propios intereses en juego. Personas que no dudarán en detenerme si llego demasiado lejos.

Cierro este capítulo, pero no bajo la guardia. Hay un hilo invisible que conecta esta casa con algo más grande, y voy a tirar de él hasta que descubra a dónde lleva.

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