Las profundidades de las montañas
9 de septiembre de 2023
El aire aquí tiene un filo particular. Es seco y helado, pero con cada bocanada puedo sentir la inmensidad de estas montañas presionándome los pulmones. Cualquier distracción sería un lujo que no puedo permitirme. Desde que dejé la senda principal, he estado moviéndome con el sigilo de un ladrón en la noche. Hay militares en la zona, aunque nadie dice a qué se dedican exactamente. Es obvio que algo grande está pasando, y yo, como siempre, estoy en el lugar equivocado en el momento justo.Mis pasos me llevaron hasta una grieta en la ladera, oculta tras un muro de arbustos y rocas. Apenas lo suficientemente ancha como para que un hombre delgado pase de costado. Entré.
La cueva es más amplia de lo que esperaba. En su interior, la temperatura es aún más baja, pero algo en sus paredes se siente vivo, como si guardaran un secreto que llevan siglos sin compartir. Es aquí donde encontré las primeras señales.
Había restos de una vida pasada: un rincón con herramientas rudimentarias, un catre improvisado, y en las paredes, pinturas que parecían sacadas de un códice medieval. Hombres con túnicas, bestias con colmillos desmesurados, y figuras que, sin duda, no pertenecen a este mundo. Lo más impresionante es la escultura. Una figura alta, esbelta, casi etérea, tallada con una precisión que desafía el tiempo.Toqué la figura, y al instante, como si el acto de mi contacto la hubiera roto un hechizo antiguo, comenzó a desmoronarse. No hubo tiempo para lamentos, pues entre los restos encontré algo aún más valioso: un libro.
Es un libro de aspecto antiguo, encuadernado en cuero oscuro con inscripciones que no reconozco. Sus páginas, frágiles pero intactas, están llenas de símbolos que se repiten con una cadencia hipnótica. Un lenguaje olvidado, tal vez el idioma del mismo Huitranalhue.
Decidí llevármelo. Este hallazgo no puede quedar sepultado aquí. Tal vez algún día encuentre a alguien capaz de descifrarlo.
Mi instinto me dice que debo salir antes de que alguien note mi presencia. Retrocedo con cautela, pero la fortuna no suele acompañarme en estas expediciones. Al salir de la cueva, una figura me detiene. No frente a mí, sino a lo lejos, entre las montañas. Es alta, desproporcionada, con movimientos fluidos como si no tocara realmente el suelo.Por un instante, mi incredulidad se tambalea. Me reconforta la idea de que, pese a todo, el Huitranalhue podría estar vivo, protegiendo su secreto entre estas montañas.
Regreso con un trofeo invisible y una historia que, para muchos, será solo un cuento más. Pero yo sé que, en este rincón del mundo, hay algo más grande que nuestras ambiciones humanas.
Cierro mi diario, pero no mi mente. El libro será mi siguiente misterio.



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