Un prometedor aliado
11 de septiembre de 2023
De vuelta en la ciudad, el aire de septiembre se siente más denso, como si las nubes de tormenta que se asoman en el horizonte intentaran aplastarnos. Mi pequeño departamento en San Telmo, con sus paredes descoloridas y el rechinar constante de la ventana, me recibe con la calidez de una celda en invierno. Pero no estoy aquí para lamentarme. En la mochila que dejé sobre la mesa está el motivo de mi regreso: el libro del elfo.
Lo he mostrado a Marcelo, el metalúrgico que me ha sacado de más de un apuro con su red de contactos en los círculos criminales más oscuros. Pero esta vez, su habitual mueca de saberlo todo se transformó en un ceño fruncido. “Esto está fuera de mi liga, Eugenio. Pero tengo una corazonada, habla con Adabel”, me dijo antes de darme la espalda.
Adabel Barros, la bibliotecaria más astuta que he conocido, me esperaba con su infalible taza de té negro. Al mostrarle el libro, sus ojos brillaron con una mezcla de emoción y preocupación. “Esto, querido, no es cualquier antigüedad. Su simbología evoca a una cultura perdida, quizás un vestigio de la obsesión europea con los elfos durante la Edad Media. Pero no te emociones demasiado, ve a ver a Magnus Eriksen. Es un coleccionista noruego que se ha hundido hasta el cuello en estas historias.”
Adabel no hace recomendaciones a la ligera. Un par de llamadas y unas horas después, estaba frente a la puerta de un apartamento en Recoleta, adornada con un número dorado y un timbre que parecía sacado de una mansión gótica. Magnus Eriksen me recibió con una sonrisa que parecía más de depredador que de anfitrión.
Magnus sostuvo el libro con reverencia, como si tuviera entre manos el Santo Grial. Prometió estudiar cada página y avisarme si encontraba algo significativo. Pero su mirada esquivaba la mía, como si temiera que el mismo libro pudiera revelar secretos que ni él estaba preparado para escuchar.
De regreso en mi departamento, me dejé caer en la silla junto a la ventana. La ciudad seguía su curso caótico, pero mi mente estaba atrapada en esas páginas llenas de símbolos desconocidos. Fue entonces cuando sonó el teléfono.“Eugenio, prepárate. Hay algo grande en Mendoza.” Era Enrique, el joven colega que nunca pierde la oportunidad de lanzarme un anzuelo paranormal. “Han reportado avistamientos de un lobizón en una de las bodegas más famosas de la región. La gente está asustada, y los dueños están perdiendo trabajadores. Quieren mantenerlo en silencio, pero tú sabes cómo son las cosas.”Un lobizón, en pleno siglo XXI. Si esto era real, no podía ignorarlo. Pero algo en el tono de Enrique me dejó inquieto, como si supiera más de lo que estaba dispuesto a decirme por teléfono.
Otra vez, Mendoza, lugar de contrastes, y las montañas siempre guardan secretos. Cierro esta entrada con la convicción de que este caso no será como los demás. La última vez que me enfrenté a algo que no podía explicar, terminé con un libro escrito en un idioma que ningún mortal puede leer. ¿Qué encontraré esta vez?
Mañana parto al oeste. La verdad, o al menos mi versión de ella, me espera entre los viñedos y las sombras de la cordillera.



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