Diario de Eugenio Robles 11: En algún lugar del Chaco

En algún lugar del Chaco

19 de octubre de 2023


La selva del Chaco no se parece a nada que haya visto antes. Es un lugar que respira, que te observa con una mezcla de curiosidad y hostilidad. Todo aquí parece diseñado para recordarte lo insignificante que eres.

Vine tras un rumor, uno de esos que circulan entre susurros en los mercados de Resistencia. Un animal extraño ha sido visto por cazadores locales, un unicornio negro, pero no como los de los cuentos. Este es deforme, con un cuerno torcido y una piel que parece absorber la luz de la luna. No lo llaman unicornio; lo llaman El Antiguo, como si su existencia precediera al tiempo mismo.

En el pequeño pueblo donde hice base, los lugareños apenas hablaban del tema. Algunos evitaban cruzar miradas, mientras que otros me advertían que dejara de preguntar. Finalmente, un joven pescador, demasiado joven para temer las historias que los mayores cuentan, accedió a guiarme hasta el límite de la selva.

“Lo vi una vez,” me confesó mientras caminábamos por un sendero estrecho. “Pensé que era un ciervo negro, pero luego me di cuenta de que sus ojos brillaban como brasas. No es de este mundo.”

Llegamos a un claro donde, según él, el unicornio fue visto por última vez. Las marcas en el suelo contaban una historia de lucha: huellas profundas, ramas rotas, tierra removida. Era evidente que algo grande había estado aquí.

Mientras examinaba el área, noté algo que me resultaba familiar: rastros de actividad humana reciente. Huellas de botas, militares y en formación, no eran de cazadores locales, y marcas en los árboles que parecían ser códigos. No estaba solo en esta búsqueda.

Las luces llegaron con la caída de la noche. En la distancia, destellos artificiales se movían entre los árboles. Sabía lo que eso significaba. Los hombres de negro estaban aquí. Habían llegado antes que yo, como siempre.

El aire en la selva se volvió denso. Podía sentir la presencia de algo más, algo que me observaba desde la oscuridad. Un leve sonido, un crujido entre las hojas, hizo que mi corazón se acelerara. No encendí mi linterna; no quería atraer la atención de las figuras que se movían con precisión militar a lo lejos.

Me adentré más en la espesura, alejándome de las luces. Allí, en la penumbra, encontré algo que me dejó sin aliento: un charco de agua negra, tan oscura que parecía tinta. En su superficie, flotaban fragmentos de lo que parecían ser pétalos de flores marchitas. Todo estaba quieto, como si el tiempo hubiera decidido detenerse en ese lugar.

Entonces lo vi, o al menos creo que lo hice. Una sombra entre las sombras, más alta que cualquier criatura de la selva. No pude distinguir detalles, solo el contorno de un cuerpo esbelto y un cuerno que se torcía hacia el cielo como una espiral rota.

Sabía que estaba cerca de algo grande, algo que cambiaría todo lo que creía saber sobre el mundo. Pero también sabía que no podía quedarme mucho tiempo. Las luces de los hombres de negro estaban acercándose, y si me encontraban, mi investigación terminaría antes de comenzar. Me gire y la enorme sombra ya no estaba.

Con el corazón latiendo con fuerza, tomé una última decisión: debía seguir adelante, adentrarme más en la selva. Si El Antiguo era real, si realmente existía, no podía dejar que ellos lo capturaran.

Guardé mis notas en mi mochila, asegurándome de que si algo me pasaba, al menos la verdad no se perdería. Con un último vistazo hacia las luces en la distancia, me sumergí en la oscuridad de la selva, dejando atrás todo rastro de civilización.

Este es el tipo de historias que nunca tienen un final claro, pero mientras camino entre los árboles, sé que estoy más cerca que nunca de descubrir algo que trasciende lo humano. Algo que podría cambiarlo todo.

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