Una noche tranquila
15 de noviembre de 2023
Hoy el aire en mi departamento pesaba más de lo normal. Apenas cerré la puerta, sentí una presencia, un eco de algo que no debería estar allí. No era la primera vez que experimentaba esta sensación, pero esta vez, la paranoia se coló bajo mi piel.
Las sombras parecían moverse con más intención, los ruidos del edificio se multiplicaban, cada crujido resonando como un aviso sordo. Me quedé quieto en la penumbra de mi sala, respirando hondo, intentando convencerme de que solo era el cansancio. Pero una parte de mí, esa que ha visto demasiadas cosas que otros descartarían como cuentos, sabía que no estaba solo.
Bajé al sótano sin encender las luces, cada paso un recordatorio de la urgencia que me consumía. Había convertido mi cochera en un almacén improvisado hace meses, un escondite para todo lo que no podía dejar a la vista. Revolví entre cajas y maletas hasta dar con lo que buscaba: mi viejo revólver .38 Special y dos cajas de balas. Pesaban bien en mi mano, un recordatorio tangible de que, al menos contra algunos peligros, aún tenía defensa.
De vuelta en el departamento, cerré cada cortina y reforcé la cerradura de la puerta principal. Pero no me bastaba con eso. Mi mente volvió a los símbolos del Chaco, a los círculos de contención. Si habían sido capaces de mantener atrapado a un unicornio negro y deforme, ¿por qué no intentar lo mismo aquí?Con un trozo de tiza en mano, comencé a dibujar. En el centro del estudio, marqué cada línea con precisión, invocando la memoria visual de los días pasados en la selva. Las curvas y los ángulos se entrelazaban, formando un patrón que parecía pulsar con vida propia bajo la luz tenue de mi lámpara. Terminé el círculo y lo cubrí con la alfombra.
Hice lo mismo en mi habitación, reforzando las entradas: la puerta y la ventana. Círculos concéntricos, runas improvisadas basadas en los fragmentos que había logrado descifrar. Al terminar, el agotamiento finalmente comenzó a pesar más que la paranoia.
Me dejé caer sobre la cama con el revólver al alcance de la mano, sintiendo un extraño consuelo. Por primera vez en mucho tiempo, el silencio no parecía un presagio, sino un refugio. Las barreras estaban levantadas.Dormí profundo, sin sueños. Una calma casi antinatural me envolvió durante horas. Cuando desperté, la luz del sol atravesaba las cortinas, iluminando un departamento que, por primera vez en días, no parecía tener sombras ocultas.
Sé que no es permanente. Los peligros que enfrento rara vez se disipan con el amanecer. Pero por ahora, he ganado tiempo. Tiempo para investigar, para entender qué o quién estaba en mi espacio anoche. Y tiempo, quizás, para planear mi próximo movimiento. La batalla, como siempre, se libra en las sombras.




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