Un último recorrido
29 de noviembre de 2023
Llegué al terreno bajo el manto de la madrugada, con la maquinaria rugiendo como bestias insensibles. Las luces de las excavadoras iluminaban la fachada, proyectando sombras grotescas en lo que alguna vez fueron muros imponentes. Sabía que no podía perder tiempo. Aprovechando un descuido de los operarios, me colé por una ventana lateral que aún resistía, el marco de madera astillado por el peso del tiempo.Dentro, el aire era denso, cargado de polvo y desesperación. Encontré el viejo sillón donde Alondra me había recibido las noches anteriores. La penumbra se transformó en un escenario de caos cuando, en un parpadeo, apareció. Su rostro, normalmente sereno, estaba ahora deformado por el miedo.
—¡Señor Robles, por piedad, apresuraos! —su voz, un eco angustiado, resonó en el aire inmóvil—. ¡Deben detenerse! ¡No saben lo que hacen!
La seguí mientras las paredes temblaban y crujían, como si la casona misma luchara contra su demolición. Alondra corría, flotando entre lo etéreo y lo humano, guiándome hacia un destino que aún no comprendía. Llegamos a una puerta que antes no había notado, oculta detrás de una estantería desplazada.
El cuarto oculto era un santuario al poder arcano. Talismánes colgaban del techo, brillando con una luz tenue. Círculos de invocación estaban grabados en el suelo de piedra, cada uno rodeado de símbolos incomprensibles. Las estanterías, abarrotadas de libros de cubiertas ajadas, exudaban un aroma antiguo.
Alondra señaló un pequeño pedestal en el centro. Sobre él, un relicario dorado con intrincados grabados descansaba junto a un libro de cubierta negra.
—He aquí todo cuanto queda de mi padre y su legado —su voz tembló, pero su porte se mantuvo digno—. Vos debéis llevároslo. No puedo seguir aquí… pero vos sí podéis preservar lo que aún resta. ¡Os lo imploro, señor Robles! ¡Os lo ruego como un favor personal, como la última súplica de una joven cuyo nombre el tiempo pronto borrará!
Tomé el relicario y el libro. Ambos objetos emanaban una energía inquietante, un calor que se sentía vivo bajo mis dedos.El cuarto comenzó a colapsar. Los símbolos grabados en el suelo se apagaron uno por uno, como estrellas extinguiéndose en un cielo que ya no las necesitaba. Corrimos, o al menos yo corrí, mientras Alondra flotaba a mi lado.Me guió por un pasaje por debajo de la casa que llevaba a unos 60 metros de la casona. Al salir al exterior, el sol comenzaba a elevarse, bañando las ruinas en una luz cruda. Los muros que aún quedaban fueron engullidos por una excavadora, que arrastraba los escombros sin reverencia alguna.Alondra se detuvo en el umbral, observando su hogar reducido a nada más que polvo y memoria. Giró hacia mí, su figura desvaneciéndose con los primeros rayos del amanecer.
—Gracias, señor Robles —dijo con una dulzura melancólica—. Ha sido un placer inesperado compartir palabras con vos.
Y con esas palabras, sonrió y desapareció.
Me quedé solo frente a las ruinas. El relicario y el libro ahora eran mi carga, un fragmento de una historia que el mundo había intentado enterrar. Las preguntas se acumulaban, y las respuestas parecían tan distantes como el espíritu de Alondra.
Mientras las máquinas seguían su trabajo, guardé los objetos en mi maletín y me alejé sin mirar atrás.
![]() |
| Demetri Montenegros |
—Señor Robles, cuanto me alegra verlo, como sabra esta propiedad y todo lo que había en ella pertenece a un cliente... Me imagino que no se lleva nada de esta propiedad, verdad.
Lo mire de arriba a abajo, me llamo la atención una carpeta negra con un logotipo discreto y un nombre en letras doradas: Rosas, Montenegro & Barros. Un bufete con apellido compuesto. Era el mismo tiburón de la casa del reloj.
—Por supuesto que no, por quien me toma... ¿Señor?
—Señor Demetri Montenegros, el nombre es griego por mi madre, señor Robles. Le importaria si reviso
Apunto a mi maletin acercando su mano, di un paso al costado, con mi mas grande sonrisa y con mis ojos más furiosos conteste que no y me aleje a paso firme.





Comentarios
Publicar un comentario