Diario de Eugenio Robles 24: Runas y lenguas

 Runas y lenguas

10 de diciembre de 2023


Pasé horas con el "Cacán, tratado del idioma diaguita" frente a mí, una obra que parecía más un rompecabezas que un texto académico. Isadora Luna, la autora, había capturado no solo un idioma, sino un sistema de pensamiento tan ajeno al mío que cada línea se convertía en un desafío. No era solo un lenguaje... era un modo de entender el mundo, un puente entre lo tangible y lo intangible.

Las runas que había copiado de la bala ahora tenían contexto, aunque fragmentado. "Agua del cielo", "Tierra de altura", "Fuego en el horizonte". Tres palabras, o más bien conceptos, que resonaban con una fuerza primigenia. Cada una parecía evocar un elemento esencial, como si fueran ingredientes de un ritual. Pero ¿qué tipo de ritual requería conectar agua, tierra y fuego? ¿Y qué papel jugaba el cielo en todo esto?

Mi mente, ya agotada, intentaba ensamblar las piezas mientras las palabras bailaban en mis pensamientos. ¿Era un llamado a la naturaleza o una advertencia? Si algo había aprendido en mis investigaciones era que los antiguos sabían más de lo que estamos dispuestos a aceptar. Los diaguitas, con su conexión con las alturas y el horizonte, no veían estos elementos como simples manifestaciones físicas. ¿Eran puertas, caminos?... ¿Armas?

Cuando finalmente devolví el tratado, me encontré con una bibliotecaria de rostro amable pero mirada inquisitiva. Le pregunté qué otros textos tenían sobre el idioma diaguita, con la esperanza de encontrar alguna continuación o ampliación del trabajo de Isadora Luna. La respuesta fue desalentadora: los otros libros eran fragmentarios, incompletos, pálidas imitaciones del original.

Fue entonces cuando mencionó otro título: Círculos de protección de las culturas Indio-Europeas, también escrito por Isadora Luna, fechado en 1886. Mis manos casi temblaron al escucharlo. Un tratado sobre protección, y no cualquiera, sino uno que vinculaba tradiciones europeas y aborígenes. Mi intuición me gritaba que este libro podría contener las respuestas que buscaba.

¿Qué había visto Isadora Luna en su época? ¿Qué conexiones había establecido entre culturas separadas por océanos y siglos? Si en el Legado de Caramaso los círculos eran la clave para invocar y contener, este nuevo libro podía ser la contraparte: un manual de defensa, de resguardo contra lo que acechaba más allá.

Mientras la bibliotecaria buscaba el volumen en el sistema, reflexioné sobre lo que esto significaba. La organización, quienquiera que fueran, no solo se preparaba para enfrentar amenazas paranormales, sino que lo hacía con un entendimiento profundo de la historia y las culturas que se habían enfrentado a esas mismas fuerzas antes. No solo usaban tecnología, sino también conocimiento ancestral.

El libro apareció al poco tiempo, su cubierta desgastada pero aún imponente. No lo abrí ahí mismo. Sabía que la lectura sería intensa, y preferí llevármelo para estudiarlo en la calma de mi estudio. Sin embargo, una sensación no me abandonaba: estaba siguiendo las huellas de alguien que había intentado entender lo mismo que yo, pero en otra época. ¿Cuánto había descubierto Isadora Luna? ¿Y cuánto había ocultado?

Salí de la biblioteca con la certeza de que mi investigación estaba lejos de terminar. Afuera, la ciudad bullía con su caos habitual, ajena a los secretos que reposaban bajo capas de polvo y olvido. Mi próximo paso era claro: entender el verdadero poder de esos círculos de protección y cómo podían desentrañar la relación entre runas, elementos y la cultura precolombina.

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