Runas y tormentas
18 de diciembre de 2023
El día comenzó con un peso extraño en el pecho, la clase de presión que solo la mezcla de obsesión y agotamiento puede infligir. La bala, ese pequeño trozo de metal que parecía contener un universo entero, seguía siendo el centro de mis pensamientos. Pasé la tarde anterior inmerso en los textos del "Legado de Caramaso" y "Círculos de Protección de las Culturas Indio-Europeas", buscando patrones, analogías, cualquier resquicio que me ayudara a desentrañar su propósito. Cuando finalmente mi cuerpo cedió al cansancio, los dejé abiertos en pasajes que resonaban con las inscripciones de mi libreta.
Desperté a media tarde, aún envuelto en la pesadez del sueño, pero con una claridad inusual en mis ideas. Me acerqué al escritorio, dispuesto a continuar donde lo había dejado. Sin embargo, algo me detuvo. Las páginas de ambos libros habían cambiado. Allí estaban expuestos, las runas de ambos textos se complementaban. Era como si, en la quietud de la noche, los libros hubieran conspirado para revelarme un secreto más profundo.
Tomé asiento, fascinado. Las runas que había copiado de la bala cobraban un nuevo significado al mezclarlas. Lo que antes eran palabras sueltas ahora formaban una frase compleja, casi poética:
"Cuando las valquirias vuelen por la tormenta, esta bendecirá la pendiente hacia el amanecer, devolviendo su fuerza al otro lado."
Mi corazón latía con fuerza. La interpretación era clara: Fuego en el horizonte era el amanecer, el nuevo día; Agua del cielo se refería a la tormenta, al poder caótico de la naturaleza. El conjuro no solo era una mezcla de simbolismos diaguitas y nórdicos, sino una amalgama de fuerzas opuestas. Era un llamado a la tormenta para purificar, un ritual de equilibrio y fuerza. Pero lo más impactante era que esta inscripción se tallaba en una bala. No en una simple pieza de munición, sino en un arma mágica diseñada para enfrentar lo que no pertenece a este mundo.
Las vetas de hierro puro en la bala tenían sentido ahora. El hierro es letal para las criaturas feéricas, esos entes que viven entre los bordes de la realidad y el mito. Pero esta bala no era solo un proyectil físico; llevaba en sí un conjuro diseñado para impactar tanto en el plano material como en el espiritual. Un disparo con ella no solo heriría; destrozaría la esencia misma de aquello a lo que apuntara.
Me detuve, dejando caer el lápiz. Esto era un descubrimiento monumental. Alguien, o mejor dicho, alguna organización, había diseñado un arma con la capacidad de atravesar dimensiones, de herir incluso a las criaturas que se burlan de nuestras leyes naturales.Era una pieza del rompecabezas más grande que he estado persiguiendo. Pero por ahora, no quería pensar en ellos, en las sombras que se mueven tras bastidores. Guardé mis notas con cuidado, dejando ambos libros abiertos en sus pasajes reveladores. Necesitaba aire, necesitaba celebrar.
Tomé mi libreta y salí hacia el bar de la esquina. Era un lugar pequeño, ruidoso y acogedor, con las paredes llenas de fotografías antiguas y el aroma a madera y cigarrillos impregnando el ambiente. Me senté en mi mesa habitual, pidiendo un whisky.
Mientras la bebida me calentaba la garganta, dejé que mi mente divagara. Había avanzado, sí, pero con cada respuesta llegaba nueva pregunta ¿Qué otras armas de este tipo estaban ahí afuera, esperando ser usadas o descubiertas?
El ruido del bar se desvanecía mientras mi mente seguía trabajando, ya planificando el próximo paso.



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