Diario de Eugenio Robles 26: El llamado de la Laguna Blanca

 El llamado de la Laguna Blanca

20 de diciembre de 2023


El Chaco me recibió con un calor pegajoso y una calma inquietante. Las calles de Villa Río Bermejito estaban desiertas, salvo por el ocasional perro callejero que dormía a la sombra. Mi viejo amigo de policiales había exagerado poco; este caso aún no había tocado los umbrales de la oficialidad, pero el rumor crecía como un incendio en la maleza. La Laguna Blanca era el epicentro.

Desde que bajé del avión, no he dejado de sentir el peso de la bala en el bolsillo de mi chaqueta. Su presencia me incomoda, como si tuviera conciencia propia, un testigo silencioso de los horrores que persigo. Maldije mi descuido por llevarla conmigo; este no era su lugar, pero algo en mí se resistió a dejarla atrás.

Llegué a la laguna al caer la tarde. Sus aguas eran un espejo oscuro, inmóvil, reflejando el cielo anaranjado como si intentara atrapar la luz del día en sus profundidades. Los lugareños habían levantado un campamento improvisado a unos metros de la orilla, donde vigilaban con resignación y temor. Hablé con algunos de ellos, hombres duros y mujeres de mirada severa. 

Todos coincidían en la descripción: una mujer vestida de blanco, flotando sobre las aguas como si fuera parte de la bruma, sus pies apenas rozaban el agua. Su rostro, decían, era tan hermoso como aterrador, una belleza que te atrae hasta que sientes el agua fría en los tobillos.

Dos hombres ya habían desaparecido, y aunque oficialmente solo eran rumores, todos sabían la verdad. Habían entrado a la laguna atraídos por aquella visión fantasmal, y nunca regresaron.

Me acerqué a la orilla, deje que el humo tibio del cigarro me inundara los pulmones y observé. La quietud era insoportable, como si la naturaleza misma contuviera la respiración. Podía sentir la humedad filtrándose en mis huesos, un peso invisible que no provenía solo del ambiente, sino de algo más profundo, algo antiguo.

El mito de la dama de blanco es un clásico, un lamento universal que aparece en distintas culturas: una mujer traicionada, su espíritu atrapado entre este mundo y el otro, condenada a buscar venganza o redención. Pero esto era diferente. Había algo que me incomodaba en los detalles que los lugareños evitaban mencionar, como si temieran darle más poder al hablar de ello. Decidí esperar. La paciencia, como siempre, es la herramienta más útil en este oficio.

Mientras la noche caía, repasé mentalmente todo lo que sabía. El ente, fuera lo que fuera, buscaba ahogar a los hombres en sus aguas. Este ser era diferente a cualquier otro que había enfrentado; su fuerza residía en su sutileza, en la forma en que se deslizaba bajo la piel de sus víctimas antes de dar el golpe final.

El viento cambió, y con él, un murmullo emergió de la laguna. No era el sonido del agua, ni el canto de los insectos nocturnos. Era un lamento suave, casi un susurro, que parecía provenir de todas partes y de ninguna. El bello de mi nuca me dijo que el encuentro estaba cerca.

Respiré hondo, sintiendo el peso del destino que se avecinaba. A veces, en estas investigaciones, no es lo que encuentras lo que te da miedo, sino lo que podrías perder en el proceso.

Comentarios

Acólitos