El beso de la sirena
20 de diciembre de 2023
El reflejo de la luna iluminaba su silueta... no necesitaba más. Conocía cada curva de su rostro, cada línea de su sonrisa. Era Jimena, mi Jimena, mi esposa. Su vestido blanco ondeaba suavemente con la brisa, y sus ojos, los mismos que creía haber perdido para siempre, me miraban con una mezcla de amor y pena.
—Eugenio... —dijo con una voz que parecía flotar en el aire—. Tanto tiempo esperándote.
Cada paso que daba hacia ella me pesaba menos. Mi corazón saltaba con una mezcla de euforia y añoranza. No me detuve a pensar en lo imposible de su presencia. El corazon no pregunta por razones, era Jimena, viva frente a mí, y eso era todo lo que importaba.
Nos encontramos en la orilla, y sus manos suaves se posaron en mi rostro. Un leve perfume a lirios me embriagó. Me habló con dulzura, me susurró cuánto había extrañado nuestras tardes juntos, nuestras charlas infinitas.Sus dedos se deslizaron hasta mi nuca, besandome con el calor de un café en la mañana. Fue un gesto cariñoso al principio, pero cuando nuestras bocas se separaron, sentí el peso del agua en mis tobillos. La gente a la orilla gritaba cosas que no queria escuchar, estaba avanzando con mi esposa hacia la laguna, y no tenía intención de detenerme.
En mi corazón, algo susurraba que estaba bien, que todo finalmente tenía sentido. Que debía ir con ella. Pero mi mente, la parte más obstinada y racional de mí, gritaba que esto no era real. El agua fría me cubrió la cintura. Me detuve, o al menos lo intenté, pero ella me sostuvo con más fuerza, arrastrándome.Pero entonces mi dedo indice rozó algo frio y metalico un poco de mi cordura volvió, en un último acto de desesperación, mi mano se cerró sobre la bala en mi bolsillo. Con las fuerzas que me quedaban, la empujé dentro de su boca abierta.
La criatura se detuvo, sus ojos se abrieron de par en par y un destello azul iluminó el agua. Hubo un estallido sordo, pedazos de la criatura volaron en todas las direcciones, y la presión me lanzó hacia la orilla opuesta por encima del agua.
Cuando recobré el aliento, la laguna estaba nuevamente en calma. Me tumbé en la arena húmeda, mirando el cielo lleno de estrellas, sintiendo el dolor en cada rincón de mi cuerpo... el dolor físico no era nada comparado con el vacío que ahora se ensanchaba en mi pecho. Había visto a Jimena. Había sentido su amor... aunque fuera una ilusión cruel. Llore, sí, con el llanto desconsolado de un niño.Me quedé allí hasta el amanecer, pensando en todo lo que había perdido. Cuando por fin me encontraron, lo decidí: necesitaba un descanso. No podía seguir enfrentándome a estos horrores sin perder más pedazos de mí mismo.
Recogí mis cosas y emprendí el regreso. Era hora de desaparecer por un tiempo, de encontrar un lugar donde mi mente pudiera descansar y mi corazón pudiera sanar. Y definitivamente necesitaba un trago.





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