La dama del misterio
6 de febrero de 2024
Revolví mi biblioteca, ahora ordenada con precisión quirúrgica, y encontré el libro azul, un compendio de historias paranormales argentinas. Recuerdo haberlo leído hace años, descartando la mayoría como fantasías exageradas, pero ahora, cada palabra parecía encajar en un patrón que antes me negaba a ver.
1904: El centauro de Lihué Calel
Un supuesto centauro fue avistado en los bosques del Parque Nacional Lihué Calel. Según el relato, esta criatura, protector ancestral del bosque, fue persuadida por La dama blanca para colaborar con los humanos. Una alianza improbable, pero eficaz: el ente accedió a que cualquier daño infligido al bosque fuera castigado por la mano del hombre. Desde entonces, dicen que cada leñador que se atrevió a cortar árboles sin permiso encontró su fin en circunstancias misteriosas.
1912: El Ogro de Neuquén
Una criatura grotesca habitaba en una cueva en las montañas de Neuquén. Era descrito como un humanoide enorme, con piel gris, colmillos afilados y garras que podían desgarrar acero. Según el libro, La dama blanca se presentó ante el ogro con rayos en las manos, desterrándolo de este plano sin mucho esfuerzo. Una victoria rápida, pero que dejó profundas cicatrices en las comunidades cercanas que habían vivido aterrorizadas por décadas.
1920: El Cónclave de Brujos en La Pampa
El relato más inquietante. Un grupo de brujos se reunió en algún punto remoto de la Pampa con la intención de realizar un ritual masivo, uno que, según el texto, habría “alterado el tejido de la realidad”. Isadora Luna, junto a fuerzas del ejército, irrumpió en el cónclave y desmanteló el ritual. Los brujos fueron detenidos y los artefactos confiscados. El libro menciona vagamente que estos objetos fueron almacenados en un lugar desconocido.
Tres eventos, tres intervenciones. Lo que antes parecía una acumulación de relatos exagerados ahora se me presentaba como evidencia de un patrón: Isadora Luna, o “La dama blanca”, no era solo una figura de leyenda. Era real, y su legado estaba en todas partes.
Próximo destino: La Pampa.
He identificado un pequeño pueblo al sur de la capital provincial. Allí, según fuentes locales, todavía se susurran historias sobre un “bosque maldito” y desapariciones misteriosas que se remontan a más de un siglo. Si hay un lugar donde la presencia de Isadora todavía se sienta, es allí.
Empacaré lo esencial y partiré al amanecer. Esta vez, no espero encontrar respuestas claras, pero algo me dice que estoy más cerca de entender el papel que esta mujer jugó en las sombras de nuestra historia. ¿Es posible que todavía haya alguien, o algo, protegiendo esos secretos?
La incertidumbre me mantiene alerta. Pero también hay una chispa de emoción: la verdad, o lo que sea que se acerque a ella, parece estar por primera vez a mi alcance.




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