Las huellas del intruso
23 de febrero de 2024
El whiskey en mi vaso sabe más amargo hoy. Quizás es la incertidumbre que lo adereza, o la frustración de no tener respuestas claras. Estoy sentado en mi sillón, la luz negra en una mano, la mirada fija en el piso de mi estudio, donde las pisadas ultravioletas cuentan una historia inquietante.
El polvo ultravioleta fue un golpe de inspiración. Ayer, en medio de un ataque de paranoia (¿o fue lucidez?), lo esparcí por mi estudio, esperando atrapar a quien sea que haya estado jugando a ser mi ama de llaves. Ahora, con la luz negra, las huellas se revelan, como un testimonio mudo de una presencia que no debería estar aquí.
Las huellas comienzan en la ventana. Allí está la primera pisada, una marca clara sobre el polvo, justo en el suelo. Quien sea que haya entrado lo hizo desde ahí, abriendo la ventana con una destreza que roza lo imposible, y cerrándola desde dentro con igual habilidad.
Desde la ventana, las huellas siguen un camino claro y contundente. Primero la cocina, donde cada superficie ahora brilla como si fuera nueva. Luego el comedor, con los objetos ordenados de una manera que nunca lograría yo mismo. Mi estudio, con los libros acomodados por tema y alfabéticamente (detalle que solo me hace sentir más vulnerable). Y la lavandería, que nunca en mi vida estuvo tan limpia.El intruso incluso sacó la basura. Las huellas terminan en el pasillo, justo donde la bolsa debió ser dejada, una rutina que conserjería no deja de recriminarme. Luego, sorprendentemente, las huellas regresan, como si la misma entidad volviera sobre sus pasos, cerrando el ciclo. La lluvia del amanecer elimino cualquier rastro del polvo ultravioleta del exterior.
Lo que más me intriga, y debo admitir, me hiela la sangre, es que las huellas nunca entran a mi habitación. Se detienen en la puerta, como si un muro invisible las detuviera. La habitación sigue siendo mi desorden habitual: medias en el rincón, cama deshecha, polvo acumulado. Es como si mi habitación fuera un territorio prohibido incluso para este demente doméstico.
¿Por qué? ¿Qué hay en ese espacio que lo mantiene alejado?Hay algo profundamente perturbador en este ritual. ¿Es un mensaje? ¿Una advertencia? Mi instinto me dice que esto no es simple hospitalidad. La precisión y el propósito de los movimientos del intruso sugieren algo más… algo calculado.
Mientras me pierdo en mis pensamientos, el sol sigue alto en el cielo. La luz negra sigue iluminando esas huellas, testigos de una presencia que nunca vi, pero que sé que está aquí.
No hay respuestas aún, solo más preguntas. Y un leve escalofrío que me recorre cada vez que miro hacia la ventana, donde todo comenzó.




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