El fantasma del teatro Colón
23 de febrero de 2024
Hay algo fascinante en el peso de los objetos antiguos. Hoy sostuve un pedazo de historia en mis manos: una página amarillenta, arrancada de algun diario, el texto apenas legible, escrito con una pluma cuyo trazo todavía revelaba la determinación del autor. El papel, encontrado en uno de los almacenes del Teatro Colón, relataba una historia que bien podría ser otra leyenda urbana, de no ser por los nombres que mencionaba. Mi amigo del teatro me dijo que el papel era parte de una pila, encontrados en un entretecho, pero que rapidamente un abogado alto, reclamos los papeles en nombre del buffet de abogados Rosas, Montenegro & Barros. Esa hoja encontrada después es lo único que pudo traerme.
El teatro más ilustre de Buenos Aires había sido escenario no solo de óperas y ballets, sino también de un encuentro con lo inexplicable. Según el texto, un fantasma comenzó a manifestarse durante las funciones. Al principio, era solo un susurro en los pasillos, un roce frío en la nuca de los tramoyistas. Pero luego, su presencia se hizo más evidente: figuras fugaces entre las butacas vacías, un eco en el escenario después del último aplauso.
El espíritu, según el diario, era el de un actor olvidado por la historia, uno que nunca pudo dar su última función. Su nombre no aparece en los registros oficiales, como si el teatro mismo lo hubiese borrado de la memoria colectiva. Sin embargo, los veteranos del lugar hablaban de un tal Leopoldo Sáez, un actor apasionado que habría muerto trágicamente tras ser rechazado para interpretar un papel, que consideraba su gran obra.Es aquí donde la página revela un giro: la aparición de dos figuras clave. Dama Isadora Luna, cuyo nombre ya he cruzado en más de una ocasión, y un nuevo jugador: el Teniente Ignacio Cruz.
La pareja no se enfrentó al espíritu como se enfrentaría a un enemigo. Según el relato, entendieron que la clave para apaciguarlo no era la confrontación, sino la comprensión. En un acto de teatralidad macabra, recrearon la escena que Sáez había anhelado tanto interpretar. Cruz asumió el rol del antagonista, mientras Luna, en su papel de mediadora, dirigió la función desde las sombras.
El ritual culminó en una noche donde el teatro quedó vacío, salvo por ellos. Los pocos testigos que quedaban entre bastidores aseguraron haber visto cómo la figura espectral de Sáez tomó el escenario, declamó su última línea con una voz que resonó hasta los cimientos, y luego se desvaneció, como si el aplauso silencioso del universo lo hubiese liberado.El Teniente Ignacio Cruz… su nombre había estado ausente en mi investigación hasta ahora, pero la forma en que se le describe en este fragmento me deja con más preguntas que respuestas. ¿Quién era? ¿Cuál era su conexión con Luna y Operación Nocturna? ¿Cuál es la conexion del buffet Rosas, Montenegro & Barros con Operación Nocturna?
Por lo poco que revela el texto, Cruz parecía ser un hombre de acción, un complemento ideal para la mente analítica y sobrenatural de Luna. Pero no fue su fuerza lo que resolvió este caso, sino su habilidad para sumergirse en la representación, para ofrecer al espíritu de Sáez aquello que le había sido negado en vida.Me pregunto si este episodio en el Colón fue un acto de justicia poética o simplemente una solución pragmática a un problema paranormal. Quizás ambas cosas.
Termino este día con más preguntas. Pero algo me queda claro: Operación Nocturna no solo combate las sombras, sino que también las entiende. Y yo, desde mi rincón en esta danza de lo oculto, solo puedo seguir atando cabos, descifrando sus pasos mientras el telón de cada historia cae.
Ignacio Cruz… Dama Isadora Luna… Pronto sabré más sobre ellos.



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