Los secretos de Cruz
2 de marzo 2024
Las medallas dejan rastros si uno sabe dónde buscar. Ignacio Cruz, aquel hombre que parecía deslizarse entre las sombras de la historia, ahora comenzaba a mostrarse con claridad. No hay duda de que su participación en la incursión de 1892 en una montaña de Jujuy, donde fue capturada la mítica Enredadera en Llamas, le valió la Medalla al Mérito Militar. Pero las otras condecoraciones… esas requerían más que un vistazo a los archivos nacionales.
Tras varias llamadas infructuosas y una buena dosis de incredulidad por parte de diplomáticos que me trataban como a un lunático, encontré un resquicio de esperanza en la embajada francesa. Con una copia de la gacetilla de 1942 y una fotografía antigua del Teniente Cruz en mano, me planté en la recepción.
La mujer detrás del mostrador, tras un vistazo rápido a la foto, pareció reconocer algo. Con una seriedad que no esperaba, me condujo por un pasillo adornado con retratos de militares condecorados. Allí estaban los rostros de hombres y mujeres que habían recibido la Cruz de Guerra más de tres veces en los últimos cien años.
Nos detuvimos frente a un cuadro. Cruz estaba allí, recto en su uniforme, su expresión mezcla de solemnidad y ligera diversión. Ignacio Cruz, el argentino que, según la gacetilla, había luchado por causas que trascendían fronteras.El embajador en persona me recibió, un hombre con la pompa y elegancia de alguien que ha vivido rodeado de protocolos, pero también con la curiosidad de un lector de novelas de misterio. Al parecer, mi petición era tan inusual que despertó en él una especie de fascinación.
—Monsieur Robles, ¿qué sabe usted sobre Ignacio Cruz?
Su voz llevaba un tono juguetón, pero sus ojos lo delataban: quería ver cuánto sabía. Así que jugué mi carta.
—Sé que fue más que un soldado. Sé que estuvo en lugares donde la historia oficial guarda silencio.
El embajador asintió lentamente, como si valorara mi franqueza. Luego, con un gesto, llamó a su asistente y pidió su laptop.
Me relató tres episodios que justificarían las condecoraciones de Cruz:
1898, Alsacia: Un pequeño pueblo cerca de la frontera con Alemania reportó una serie de desapariciones inexplicables. Según el informe, un lobo gigante asolaba la región. Pero lo que los aldeanos describían no era un simple animal. Ignacio Cruz, que pasaba sus vacaciones por la zona, en cooperación con oficiales franceses, lideró una operación que culminó en la captura de lo que se creyó era una bestia mítica: el Loup-Garou.
1906, Argelia: Un ataque de bandidos en algunos fuertes de la Legion Extranjera fueron más de lo que se podía manejar, Cruz se encontraba investigando a estos bandidos que según fuentes no oficiales, no morian. Un fuerte fue incendiado hasta los cimientos acabando con estos bandidos que fueron facilmente engañados para ingresar al fuerte.
1917, Marne: Durante la Gran Guerra, en las trincheras del frente occidental, los soldados franceses empezaron a experimentar visiones y comportamientos erráticos. Algunos murmuraban sobre una presencia espectral que se alimentaba del miedo. Cruz fue llamado, y con la ayuda de un ritual desconocido para el ejército, logró contener la entidad. Su acción salvó no solo a sus compañeros, sino que restableció la moral en un frente crucial.
—Monsieur Robles, hay historias que nunca llegan al papel, pero que viven en quienes se atreven a buscarlas. Creo que es obvio remarcar que nada de lo escuchado aquí saldra de estos muros. Negaré cualquier conocimiento, pero si quiere seguir investigando, podemos llegar a un acuerdo.
Salí de la embajada con el corazón acelerado. Cruz no era solo un soldado o un exorcista, era una mezcla de ambos. Un guardián de los secretos que apenas empiezo a desentrañar. Mi próximo paso está claro: seguir las huellas que este enigma dejó en otros países.



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