Diario de Eugenio Robles 53: Nuevos destinos

Nuevos destinos

27 de marzo de 2024


El amanecer en Paris se filtra por las persianas del pequeño cuarto del hotel. Estoy despierto antes que el sol, mi mente aún agitada por los archivos revisados ayer en la Legión Extranjera. La llamada llega con puntualidad casi militar; del otro lado, la voz del embajador francés en Argentina. Un hombre meticuloso, el tipo de persona que encuentra valor en las precisas.

—Robles, espero que su estancia esté siendo provechosa —dice sin preliminares.

Le resumo los hallazgos en la Legión: la historia del soldado que convirtió a Ignacio Cruz en una figura casi divina, y las ruinas del fuerte envueltas en llamas. Hay un silencio breve, cargado.

—Debo decir que está haciendo un trabajo excepcional —responde finalmente—. Necesito que dé el siguiente paso. Marruecos.

Su tono es firme. Me explica que la embajada francesa en Rabat tiene documentos que podrían completar el rompecabezas. Antes de colgar, agradece mis avances y recalca la importancia de nuestra colaboración. Es curioso: un embajador que, como yo, persigue a Cruz con un celo casi personal. Pero, ¿por qué? ¿Es realmente por un libro, o hay algo más?

Dejo la pregunta suspendida mientras intento digerir la idea de Marruecos. Un país desconocido, un paso más lejos de casa.

Juliette entra en la habitación con la energía de una tormenta solar. Lleva un vestido de verano que le roza los muslos, y sus zapatos planos le confieren un aire despreocupado, casi etéreo. Me encuentro atrapado en la danza de sus piernas morenas, fuertes, esculpidas por un ritmo de vida activo. Ella nota mi mirada y sonríe con una mezcla de coquetería y complicidad.

—¿Todo listo para nuestra próxima aventura? —pregunta, dejando caer su bolso sobre una silla.

Le cuento sobre Marruecos, la llamada del embajador y mi duda sobre si ella me acompañará o si un nuevo traductor se unirá a la misión. Juliette arquea una ceja, se aparta a un rincón y saca su teléfono. Habla rápido en francés, el tono de su voz sube y baja en una melodía que desconozco pero que me resulta fascinante.

Cuelga y, girándose hacia mí, deja escapar una carcajada ligera.

—Tengo buenas noticias, monsieur Robles. Yo seré tu guía en Marruecos.

La sonrisa que me dedica es desarmante, como un faro en medio de un mar agitado. Por un momento, todo el peso de la investigación, los archivos oscuros y las presencias que acechan en cada rincón de este mundo se desvanecen. Marruecos ya no parece tan distante, ni tan hostil.

—Entonces, vamos a hacer historia juntos —le digo, intentando sonar despreocupado.

Ella asiente, su entusiasmo es contagioso. No sé qué encontraremos en Marruecos, pero con Juliette al lado, el viaje promete ser, como mínimo, inolvidable.

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